BARRA DE NAVEGACION

miércoles, 10 de noviembre de 2010

LO PUBLICO PARA LOS UNIVERSITARIOS

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Información y desinformación

La teoría clásica de la directa entre emimisor y receptor – deja fuera otras variantes que también significarían un menoscabo al derecho a la comunicación como ocurriría con las categorías de subinformación y sobreinformación.información – que supone una relación

Los medios se han pensado alrededor de la teoría de la información, que considera que ésta es una magnitud discreta que circula entre un emisor y un receptor. Ignacio Ramonet explicaba en su texto -ya clásico- La tiranía de la comunicación que habría desinformación cuando se impulsaran noticias falsas o que inducen a engaño. Pero otras variantes también significarían un menoscabo al derecho a la comunicación como ocurriría cuando la información ofrecida fuera insuficiente, o producto de un recorte excesivo de lo que se informa, que llamaba subinformación. Ramonet señalaba otra instancia, muy común por estos días, para los medios inundados con infinidad de noticias anodinas o personajes triviales. En este caso podríamos hablar de sobreinformación, como resultado de la producción en serie de noticias que ni siquiera son falsas, sino que las más de las veces son innecesarias.
Estas categorías estaban referidas a un mundo donde los medios eran los principales productores de información, que distribuían por irradiación. Y que demanda una serie de supuestos teóricos y empíricos, que merecen repensarse para ver si se cumplen en la mayoría de los actos de comunicación en los que participamos hoy:
· Supuesto fundamental: Esta perspectiva supone que la información es una, objetiva, evidente, que existe previamente a su ingreso al circuito comunicativo. Todo lo que desvirtúe esa entidad indiscutible, accesible mediante el conocimiento atento y despojado de intencionalidad, sería una distorsión. La pregunta es quién determina qué es esa cosa indubitable, previa a la instancia de comunicación, que se llama “la información”.
· Correlato: Todo lo que desvíe, tuerza, manipule “la información” es una amenaza, especialmente en las sociedades estructuradas alrededor de sistemas hegemónicos, con canales de comunicación únicos, de llegada homogénea y simultánea. Pero ¿qué ocurre cuando irrumpen en este sistema otros mensajes, por débiles o marginales que sean? ¿Qué pasa con sistemas hegemónicos sin credibilidad o sin audiencias atentas? ¿Estamos hablando de sociedades con un sistema informativo, o con varios sistemas a la vez?
· Constatación empírica: En la era de la información la circulación de mensajes es más bien entrópica. Además de los medios tradicionales, las organizaciones políticas, económicas y sociales hoy cuentan con medios propios, de mayor o menor envergadura, pero que de alguna manera intervienen en los circuitos informativos de manera muy activa. Por otro lado, los canales tradicionales se enfrentan hoy a una crisis de audiencias como nunca antes tuvieron, debido a la multiplicación de oferta (incluso desde los mismos medios clásicos) y a la proliferación de emisores (hasta las campañas de publicidad más potentes deben lidiar con los rumores y las acciones ciudadanas que las cuestionan). La accesibilidad de tecnologías que permiten, por ejemplo, que la información que no reciben algunos medios, circule por otras vías. Hoy la información no está (sólo) en los grandes medios. Hay nuevos actores para la desinformación, la subinformación y la sobreinformación.
Es probable que lo que mejor describa el actual sistema de comunicación sea la idea de sobreinformación, pero con un agregado a la idea de Ramonet y es que es difícil encontrar un único responsable de la catarata de mensajes que se reciben a diario. A la potencial conspiración del poder (mediático, político, económico) por ocultar alguna cuestión a través de una campaña de distracción comunicativa o de silenciamiento, hay que agregarle la naturaleza misma del sistema, que funciona a aluvión de mensajes que cada día se arrojan en los distintos canales con la esperanza de ser distribuidos (e idealmente, escuchados). Se trata claramente de un sistema de oferta, que raramente coincide con las demandas reales de información de los ciudadanos y con sus posibilidades fácticas de recepción y comprensión de mensajes. En este contexto, no parece que la peor amenaza sea la distorsión de la información, sino el descrédito hacia los emisores y hacia los vehículos que transmiten los mensajes insuficientes o excesivos, inexactos o innecesarios.

Publicado en revista La tecla eñe, número 39, marzo-abril 2010.

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